los poetas que no fueron escriben en prosa

lunes, 24 de junio de 2013

Ah, si Ripley fuera poeta hoy...

Cambiaría ligeramente su texto, que diría:

En mis sueños me persigue esa zorra hasta el fin del mundo, y cuando despierto estoy en el fin del mundo con esa zorra. Nadie oye tus gritos en el espacio, pero yo voy a arrancarle algunos como pelos aunque sea lo último que haga antes de quedarme en bragas y meterme en esa cápsula del sueño una vez más o para siempre. Tal vez no tenga tiempo para tanto. Tal vez me mate con la ropa puesta. Pero no sin que le arda el culo a esa bestia cruenta y muera en su boca su fétido aliento. El octavo pasajero no cabe en una nave para siete. Al fin y al cabo, los polizones traen mala suerte. Y si son mujer, el doble, dicen los marineros. Quizá por eso me gusta, quizá hasta me gusta por eso. Porque somos iguales. Quizá por eso todos creen que estoy loca. Y con un gato solo que dejé en la Tierra y una hija que murió ya vieja antes de que yo cumpliera los cuarenta, y con esa niña que se ahogó durmiendo, cómo no voy a estarlo. Mi locura es esa furcia que recorre la nave por los conductos de aire, que echa babas viscosas y tiene ácido por sangre. La he visto un par de veces muy de cerca, pero la locura de cerca se parece siempre mucho a la cordura. Y la llevo dentro porque soy su madre: en mí se plantó y en mí ha arraigado. Y a ella me entrego.

Eso ahora y no lo de ayer, que viene abajo, porque un libro no se acaba, se abandona.


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